Recuerdo con mucha ternura, un septiembre
hace ya varias décadas, fue una tarde emocionante, Carlitos el hijo de don Augusto
López, el de la gasolinera; estaba estrenando su bicicleta, como toda niño, lo veía
con un poco de envidia y alegría. Mi alegría fue más cuando me dijo: “nena
quiere un colasito”, ni lerda ni perezosa le dije que “sí”. Era una bici
californiana, color verde, emocionada me subí
y a pedalear se ha dicho. Eran dos rieleras las que surcaban la calle
principal, llegando frente a donde hoy vive don Rolando Cordero, me fallo el
equilibrio y termine en el suelo con la mandíbula abierta, y como decírselo a mi mama si tenía horas de
haber dado a luz a mi hermano Edy, sin remedio me llevaron con mi papa a
correos y allí me subió a su bici y directo al IGSS, 9 puntos me puso don Salomón,
el enfermero de turno, en mi mandíbula. Ni llore, del miedo de lo que le podía pasar
a mi mama y de lo que me iba a pasar a mi, pues teníamos fuertes advertencias
de no andar prestando cosas pues si se arruinaban no había dinero para
reponerlo.
Por mi mente pasaba si por llegar
cinco minutos tarde era una vainazo, cuantos serian por prestar la bici??? Pero la emoción que había bebe nuevo en la
casa me salvo. Contra todo pronóstico en
mi corazón se sembró el sueño de tener una bicicleta propia.
Pasaron los años, ya teniendo
trabajo, en cada intento por comprarla recibía comentarios como: ni la vas a
usar, te vas a caer, me desmotivaba y ya no la compraba. Luego las prioridades cambiaron,
se volvieron pañales, leche, estudio, casa, comida, en fin todos esos afanes
que nos tocan vivir a los adultos.
Cada navidad, cada bono 14, les decía
algún día voy a comprar mi bici, o sino decía esa bici es la que me voy a
comprar, y volvían a aparecer verdaderas necesidades. Este año en el mes de
julio Omar mi hermano mayor me dijo, comprémosla así salimos juntos a
bicicletear, no capte mucho el mensaje en ese momento.
Hace 4 días le mostré una foto de
la bici que me gustaba y me dijo “cómprala, pero en caliente” y me bendijo con la mitad del precio. Mi
mente humana empezó a pensar mil cosas, cosas como: ya estas vieja para esto,
como vas a ser carga para tu hermano, después te vas a arrepentir, y no sé
cuantas cosas más. Muy pocas veces tomo riesgo, he tratado toda mi vida de no
hacer cosas que a los demás, que amo, les moleste. Hoy agradezco a Dios su bendición
y la oportunidad de realizar un sueño.
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